viernes, 17 de abril de 2009

Palabras Memorables

Al hombre le esperan éstas tres cosas en la vida: la enfermedad, la vejez y la muerte.

El hombre tiene dos deseos los cuales nunca podrá cumplir y una verdad que no acepta; ni la entiende; ni la entenderá; su primer deseo es: querer prolongar la vida más allá de los años que Dios le dio. Su segundo deseo es: querer llevarse si pudiera todos los bienes materiales que posee. Entonces para que querer tantas cosas sino podrás llevártelas el día de tu muerte.

La verdad que el hombre no acepta es que en este mundo todo es prestado. Que nada ha traído a este mundo; pues nada habrá de llevarse. Pues vive con humildad y conforme a la voluntad de Dios.

Si nosotros aceptáramos esa verdad viviéramos de una manera mas humilde y nos fuéramos por lo tanto tan apegado a las cosas materiales, pero hay gente que no entiende esto y entre mas tienen mas quieren para llevarse al final el tremendo disgusto de tener que dejarlo todo o repartirlo por testamento;

Para que enamorarse de la vida si al final te tiene que divorciar de ella y dejarlo todo, no obstante vive la vida a tu manera y será feliz.

Solamente los corazones malvados y perversos son los que siempre vivirán de rebelde en contra de las buenas enseñanzas y las buenas costumbres mas los hábitos útiles trataran de dañarlo y corromperlos. Apartaos de estos impíos como víboras y serpientes del camino de los desiertos que solamente sirven para causar dolor, sufrimiento y muerte.

Solamente en los corazones de los impíos se engendra y se anida el mal y si la misericordia y la bondad no están en tus hechos entonces, tus palabras están demás.

Que tus hechos vayan siempre de acorde con tus palabras; de lo contrario seréis hipócrita, falsos, disimulador, engañador y mentiroso lo cual te hará semejante al hombre impío de corazón malvado y perverso.

Si queréis conocer a alguien aplícale esta medida y no te equivocara, primero: conocedle su intención, su aptitud y mas luego sus hechos. Si alguien te engaña después de esto será por tu propio deseo.

Osvaldo Cabrera
Autor

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